Ria Novosti.- El accidente en la central nuclear de Fukushima planteó la cuestión del futuro de la energía atómica en muchos países.
En Europa ya están hablando en serio sobre el cierre de las centrales más antiguas. En Rusia no se ha ido tan lejos, pero el presidente, Dmitri Medvedev, ya ha invitado a la comunidad internacional a endurecer las medidas de seguridad en este sector. Los ingenieros rusos están convencidos de que las centrales nacionales de primera generación son más seguras que Fukushima-2 y apuntan que una renuncia a la energía nuclear crearía problemas mucho más graves a nivel mundial que los derivados de la radiación japonesa.
Cuando ocurrió el terremoto en Japón y en los medios aparecieron las primeras noticias sobre los escapes radiactivos, mucha gente temió por su seguridad y por la de sus parientes y amigos en el Lejano Oriente ruso. Las secuelas psicológicas de Chernobil todavía perduran y todos somos conscientes de las consecuencias a largo plazo de la tragedia ucraniana. En cualquier caso y miedos al margen, hay dos grandes temas a resolver, que están ahora, candentes, sobre la mesa: la verdadera dimensión de los escapes de Fukushima y el futuro de las centrales nucleares.
Durante los últimos años, las centrales rusas han sido radicalmente modernizadas. En teoría, su actual arsenal tecnológico y de seguridad debería de ser suficiente para evitar los problemas con los que se han enfrentado en Japón.
Durante una videoconferencia organizada por “RIA Novosti” el pasado 1 de abril, el ejecutivo del Consorcio ruso de energía atómica (Rosenergoatom), Oleg Chérnikov, aseguró que la reforma del sector se ha venido realizando durante los últimos veinte años y ha incidido principalmente sobre los reactores de primera generación. Los reactores Fukushima-1 y Fukushima-2 pertenecen a esta categoría.
En lo que respecta al peligro que entraña la radiación procedente de Japón, los expertos creen que todos los temores en torno a este hecho son un tanto exagerados. Por ejemplo, el presidente del movimiento social “Cruz Verde del Noroeste”, Yuri Shevchuk, ilustró muy bien la situación: “está claro que la radiación es un enemigo invisible, y por este motivo, terrible”, pero las pruebas nucleares realizadas en los años posteriores a la II Guerra Mundial resultaron muchísimo más dañinas para la Humanidad y la ecología del planeta que los escapes de la central japonesa. Según este especialista, es muy importante comprender la diferencia de magnitud entre una bomba atómica y una central nuclear.
Los analistas están convencidos de que, a pesar de la tragedia de Fukushima, el sector nuclear ruso debe continuar su modernización y desarrollo, perfeccionando, eso sí, las medidas de seguridad. De la misma opinión es el vicegobernador de la provincia de Tomsk y encargado de la ejecución de proyectos de especial importancia, Serguei Tochilin, que además piensa que las zonas con fuentes propias de energía tienen mejores perspectivas para el florecimiento de su economía.
Y el asunto no está entre el desarrollo o el estancamiento. El cierre de las centrales nucleares llevaría directamente a la pobreza y la desestabilización social y política en grandes regiones del mundo. “Hay que valorar correctamente las consecuencias, aunque la tragedia de Chernobil no estimuló el desarrollo de la energía nuclear en la URSS y en Rusia”, recordó el profesor de la Universidad Politécnica de Tomsk, Igor Shamanin. Cuando Rusia intentaba recuperase del siniestro de Chernobil, EEUU ya estaba optimizando su tejido de centrales nucleares.
Según este experto, actualmente en el mundo se utilizan los reactores de segunda generación, que ya tienen otro nivel de seguridad. Por otro lado, Oleg Chérnikov añadió que la legislación rusa en materia de energía nuclear es muy rigurosa y los controles en las centrales son considerablemente más severos que en muchos otros países.
Japón, incluso a pesar de esta última experiencia traumática, no puede renunciar a la energía del átomo. Este país es, por otro lado, uno de los líderes mundiales en el diseño y construcción de reactores de última generación. La conclusión, por lo tanto, es que la energía nuclear tiene futuro.
Los pronósticos de los físicos e ingenieros en su mayoría son optimistas, pero es difícil creer en la absoluta seguridad en las centrales. Igualmente es problemático que todos los países extraigan las lecciones oportunas del accidente de Fukushima.
“La experiencia nos enseña que las lecciones de historia suelen caer en saco roto. Japón, por ejemplo, no extrajo las enseñanzas necesarias de la tragedia de Chernobil”, señaló el director del Centro de análisis de San Petersburgo, Alexander Moskalenko. Pero incluso, si todos los defectos y puntos débiles de las centrales son tenidos en cuenta en el desarrollo de las nuevas normas de seguridad, nadie puede garantizar que no vuelvan a repetirse catástrofes bajo otros nuevos condicionantes.
Aquí el círculo se cierra y no nos queda más que esperar que hayamos aprendido todas estas amargas lecciones. El sector nuclear debe tener las máximas normas de seguridad ya que, hoy por hoy, no hay alternativa a esta fuente de energía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario