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domingo, 10 de abril de 2011

Ecologistas a favor de la nuclear

La Vanguardia.es .- Lejos de silenciar a los defensores de la energía nuclear en el movimiento medioambientalista, los gases radiactivos de Fukushima parecen haberlos animado. Al menos, en Estados Unidos y el Reino Unido.

Ya no hablamos de las figuras más polémicas de los verdes pronucleares, los ex Greenpeace Peter Melchett (Reino Unido) y Patrick Moore (EE.UU.), ambos seducidos por el dólar de los lobbies nucleares. O de James Lovelock, el ultra pesimista gurú de las teorías Gaia que cree que el 80% de la población mundial desaparecerá antes del 2100. Ahora se suman figuras influyentes de probada independencia, como George Monbiot (Calor, 2011) y Mark Lynas (Seis grados, 2010, Marea Alta, 2004).

Curiosamente, estos rebeldes con causa del movimiento medioambientalista se muestran aún más convencidos de la necesidad de la energía nuclear tras el meltdown –total o parcial– de Fukushima. “Tras Fukushima ya no soy agnóstico, sino que defiendo la tecnología nuclear”, llegó a decir Monbiot en su influyente columna de The Guardian. “En una central muy vieja, tuvimos un tsunami y un terremoto de grado nueve; pero el impacto sobre la salud y el medio ambiente son menos graves de lo que yo temía”.

Asimismo, dice Lynas, las protestas en Alemania pueden resultar muy contraproducentes: “Si un pánico irracional desatado por Fukushima provoca la suspensión de la energía nuclear y la readopción del carbón tal y como parece probable en Alemania, puede ser desastroso para el clima”, dijo en una entrevista mantenida con La Vanguardia.

Enfrente de los verdes pronucleares, se despliega la mayor parte del movimiento medioambientalista, con su gran feudo en Alemania. Estos ven confirmados todos sus peores temores en el accidente de Fukushima. El debate gira en torno a tres cuestiones cruciales. Primero: el peligro para la salud y el medio ambiente de la energía nuclear. Segundo: la viabilidad de las energías renovables como única fuente de energía, dada la urgente necesidad de restar los hidrocarburos de la oferta energética, sobre todo el carbón. Y tercero: los verdaderos costes de la energía nuclear.

Salud y radiactividad.El debate se alimenta de lecturas dispares y contradictorias sobre el impacto de Chernóbil. Cientos de miles de personas quedaron expuestas a la nube radiactiva desprendida tras la explosión del reactor soviético, cuyo 25 aniversario se celebra el día 26 de abril. Los defensores de la energía nuclear se basan en estudios de la Organización Mundial de la salud y el Comité Científico sobre los efectos de la radiación Nuclear de las Naciones Unidas (Unscear). Según estos estudios, sólo han muerto 47 personas como consecuencia directa del accidente, todos liquidadores –trabajadores de la operación de limpieza expuestos a dosis enormes de radiación–.

La Organización Mundial de la Salud calcula que de una población de 7,4 millones podrían morir, 9.000 como consecuencia de la radiactividad. Unscear deja constancia de 6.848 casos de cáncer de tiroides principalmente de niños ucranianos y bielorrusos que bebieron leche contaminada de yodo-133 en los días después del accidente. “Aparte de esos niños, no hay un número significativo de muertos ni enfermos de cáncer en la gente expuesta a radiación en Chernóbil”, dice Lynas.

Este tipo de comentario provoca indignación en las filas de los sectores antinucleares, que basan sus estimaciones sobre el número de casos de cáncer en el pasado y el futuro, desde 60.000, según la conferencia de oenegés de Kiev en el 2006, hasta 93.000, según un estudio de Greenpeace del año 2008.
Un nuevo informe de la Academia de Ciencias Nacional de Estados Unidos se ha citado para respaldar las posiciones de ambos grupos. Tetsuji Imanaka, científico de la Universidad de Kioto, que ha estudiado el impacto de Chernóbil y de la bomba atómica en Hiroshima. dijo en una entrevista en Osaka que, “dadas las dudas, una estimación de entre 20.000 y 60.000 muertes por cáncer me parece razonable”.

Renovables.La cuestión de si las energías renovables pueden sustituir no sólo al carbón –despreciado por todos los verdes–, sino también a la nuclear, es otro motivo de agrio debate. Lynas y Monbiot creen que no. “Cuando el viento deja de soplar o el sol deje de brillar, la demanda de electricidad no para; si no hay nucleares, se usará el carbón; yo preguntaría a cualquier verde alemán si esto es un sacrificio que merece la pena”, comentó Lynas.

Kevin Anderson, ingeniero de la Universidad de Manchester, añade: “Vamos a tener que aumentar de manera drástica la energía que sacamos de la red eléctrica conforme vamos metiendo coches eléctricos y calefacción; esto hace imprescindible la energía nuclear”. La energía nuclear proporcionará la carga básica y las renovables el resto, sostienen Lynas y Anderson.

Discrepa el antinuclear Paul Elkins del Instituto de Energía de la Universidad de Londres. “George y Mark tienen razón; será difícil llenar el agujero con renovables. Pero la energía nuclear y las renovables no se complementan; cuando haya viento, vamos a tener enormes cantidades de energía eléctrica gratis, lo cual hará innecesario por completo que en esos momentos esté abierta la oferta nuclear”.

Costes.El argumento más difícil de rebatir para los pronucleares es el coste. “Fukushima subraya que es una tecnología peligrosa”, señala Andrew Simms de New Economics Foundation. “El problema más grave de la energía nuclear es su ineficiencia y coste; ni tan siquiera va reducir emisiones si tenemos en cuenta lo difícil que va a ser extraer el uranio en el futuro”, explica. Y Fukushima agravará el problema de coste, dice Tim Jackson, autor de Prosperidad sin crecimiento.

“Después de Fukushima es aún menos posible que el sector privado asuma el riesgo de la energía nuclear; y es inadmisible éticamente que lo haga el Estado”. Hay otro problema. “Una central nueva tarda 5 o 6 años en hacerse y estos son cruciales para reducir emisiones”, dice Chris Jones, ingeniero de la Universidad de Manchester. “A medio plazo, en China sobre todo, lo nuclear

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