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domingo, 20 de marzo de 2011

Catástrofe pánico y fuga

El terremoto y el posterior tsunami que devastaron el norte de Japón la semana pasada alteraron el sistema de enfriamiento de la central nuclear Fukushima. El recalentamiento de cuatro de sus reactores y sus consiguientes explosiones originaron la fuga de sustancias radiactivas y generaron pánico en la población. Solo el jueves pasado más de 30 mil japoneses huyeron hacia el sur y el exterior. Aquí una explicación digerible del último gran desastre nuclear de la humanidad.

Por Ghiovani Hinojosa

Las imágenes aún están frescas en nuestra memoria: varios edificios de la central nuclear Fukushima I arden en llamas tras fuertes explosiones, miles de japoneses son evacuados y sometidos a aparatos que miden el nivel de radiación de sus cuerpos, el emperador Akihito aparece en televisión por primera vez en 22 años y califica de impredecible el destino de sus súbditos, y decenas de periodistas huyen del archipiélago ante la amenaza radiactiva.

Japón ha vivido en los últimos días una crisis nuclear de gran intensidad a raíz del colapso de los mecanismos de seguridad de la central de Fukushima I. La posibilidad de que el uranio utilizado para generar electricidad en esta planta se disparara hacia la atmósfera creó un ambiente de pánico en una sociedad ya golpeada por un terremoto y un tsunami. Pero ¿qué ha ocurrido exactamente al interior de esta central de energía nuclear? ¿El Perú podría verse afectado por la brisa de sustancias radiactivas que, según algunas versiones científicas, cruza el océano Pacífico rumbo a Estados Unidos? Si usted es de los que está confundido en medio de un mar de información indigerible, lea las siguientes líneas que pretenden masticar el complejo asunto de la tragedia nuclear nipona.

Era como una olla hirviendo

La tarde en que empezó el terremoto de 8.9 grados Richter en la costa este del Japón, la central nuclear Fukushima I estaba operando a la mitad de su potencial. Tres de sus seis reactores (edificios en los que el uranio es forzado para generar energía) estaban en tareas de mantenimiento. Así, los reactores 1, 2 y 3 –los operativos– se apagaron automáticamente como parte de un sistema de prevención llamado Scram. No hay que olvidar que el archipiélago es prodigioso en sismos y que, por lo tanto, las 17 centrales nucleares que tiene están preparadas para detener su trabajo cuando sea necesario y luego seguir operando. No es para menos: cerca del 30 por ciento de la electricidad que consumen la industria y los hogares nipones proviene de los reactores nucleares.

El problema real empezó con la llegada del tsunami. Las aguas del mar inundaron no solo buena parte de los reactores, sino también un conjunto de motores diesel que estaban reservados para proveer de energía eléctrica a la central en casos de emergencia. ¿Por qué Fukushima I necesitaba electricidad si ya sus tres reactores operativos estaban apagados? Porque se requería enfriar el material radiactivo (tubos de uranio) que había quedado muy caliente en el núcleo de estos tres reactores. Y eso se hubiera conseguido circulando agua, en este caso, a través de la energía generada en los motores de contingencia.

Se debe remarcar que esta central nuclear, como todas las del planeta, depende, para su buen funcionamiento, de un sistema de circulación de agua que equilibre las altas temperaturas del uranio. Esa agua fue la que faltó en el corazón de los reactores 1, 2 y 3.

Los núcleos de estos tres reactores, entonces, se calentaron a niveles inéditos. Tanto que convirtieron en vapor toda pequeña porción de agua que había a su alrededor. Al cabo de unas horas del tsunami, ya se había concentrado una gran masa de vapor en el núcleo del reactor 1. Según el doctor en física nuclear Modesto Montoya, la situación era equivalente a una olla de agua hirviendo con la tapa cerrada.

“Cualquier ama de casa, para evitar que la tapa salga disparada hacia el techo, la mueve un poquito para que se libere en algo la presión. La misma lógica tuvieron los japoneses de TEPCO (la compañía que construyó la central nuclear), que liberaron un poco del vapor de agua atrapado en el núcleo del rector 1”, explica el experto.

La decisión de la empresa de dejar salir un poco de vapor de agua –la única medida posible para evitar el colapso del reactor– precipitó la primera explosión en la central nuclear. El fuego consumió la parte alta del edificio del reactor 1. Era el sábado 12 de marzo. Los reactores 2 y 3 tuvieron explosiones e incendios parecidos en los días siguientes.

Pero lo que realmente preocupaba a los japoneses eran las sustancias radiactivas que supuestamente pululaban en la atmósfera como consecuencia del vapor liberado. Al respecto, el físico peruano Rolando Páucar, presidente del Instituto de Investigación para la Energía y el Desarrollo, precisa: “Sí existió una fuga de radiación a la atmósfera –debido al vapor de agua contaminado y a los óxidos que existen en la vasija del reactor y que fueron liberados–, que es perjudicial. Pero todavía no hemos llegado al nivel en que las varillas que protegen el uranio se derriten y dejan escapar los cerca de 60 radioisótopos altamente tóxicos y radioactivos que hay en esos reactores”.

Los peligros de la radiación

180 personas, entre ellas trabajadores de la central nuclear Fukushima I y bomberos, soldados e ingenieros voluntarios, tenían a su cargo hasta el jueves pasado el control interno de la planta. Se trata de verdaderos héroes que, embutidos en trajes contra la radiación, aparatosos respiradores y pesadas bombas de oxígeno, se han venido turnando para bombear agua de mar al interior de los reactores más calientes. Sin duda, la mayoría de ellos sufrirá graves consecuencias en su salud. De hecho, solo muy pocos de los ‘liquidadores’ que trabajaron en la central de Chernóbil, en 1986, están vivos.

Pero, independientemente de estos ‘kamikazes nucleares’, ¿cuál es el riesgo en la salud de los habitantes del archipiélago? Considerando que, como señala Rolando Páucar, el material más nocivo, el uranio, está aún dentro de los núcleos de los reactores, y que las partículas radiactivas se han detectado en proporciones considerables solo en la misma planta, la posibilidad de proliferación de enfermedades es limitada.

Hasta el cierre de edición de esta nota, la radiación promedio registrada en la central nuclear fue de 3,5 milisieverts por hora.

Páucar, comparando esta cifra con los estándares internacionales aceptados para trabajadores de plantas nucleares, asegura que con esta cantidad “se recibe en cuatro horas la dosis que corresponde a un año”. En contraste, las brisas radiactivas que llegaron hace unos días a Tokyo, a 250 kilómetros de Fukushima, fueron tan benignas que no implicaron una amenaza significativa para sus habitantes. Los especialistas consultados coinciden en que la posibilidad de que estos vientos lleguen al Perú es muy baja, prácticamente nula.

Claro está que, de liberarse el uranio  que hay en el núcleo de los reactores, los japoneses primero, y los habitantes de los países circundantes después, verán cómo las sustancias radiactivas convierten sus células sanas en cancerígenas. Cánceres de piel, pulmón y mama son los más comunes. Además, daños en la tiroides, la flora intestinal, el aparato reproductor y la médula ósea son muy probables.

“Lo peor que podría pasar es que se fusionen o derritan las varillas de uranio dejando escapar sustancias altamente nocivas a la atmósfera”, advierte Rolando Páucar.

Datos

180 mil millones de dólares costaría la reconstrucción de Japón, aunque analistas aseguran que la cifra podría ser mayor.

148 mil millones de dólares sería el costo económico total de la tragedia en Japón.

CON INCERTIDUMBRE

“No sé qué puede pasar mañana; desde el sábado vivimos en incertidumbre; el ambiente es de extremo pánico”, cuenta Eduardo Ayala, limeño que lleva 12 años viviendo en Chiba, Japón. “Desde el terremoto la tierra no ha dejado de temblar, pero me he acostumbrado y eso no me asusta; lo que me preocupa es la radiación”. Eduardo pasa el tiempo prendido al televisor en espera de declaraciones del gobierno, pero admite que duda de su credibilidad. “En internet leo análisis de expertos internacionales que hablan del verdadero riesgo, en cambio la información que nos dan aquí es incompleta... ocultan cosas. Las actividades siguen paralizadas: los supermercados no tienen víveres y la movilización es limitada pues la venta de combustible está controlada”.

SUSANA QUIERE REGRESAR AL PERÚ

“Escribo desde mi celular porque han cortado la luz; están cortando 3 horas al día en la mañana y en la tarde aquí en Gyoda, Saitama (a 3 horas de Fukushima); no hay combustible, la alimentación está escasa, no hay pan ni arroz.  De verdad que aquí estamos muy asustados por la radiación, no hay mucha gente en la calle. Ojalá nos ayuden en el consulado con mi pasaporte porque está vencido y me han dado cita en junio. Yo saqué cita en febrero pero llamé al consulado y me dijeron que solo se saca cita por internet. Ahora nadie atiende el número de Emergencia, lo han apagado. En vez de ayudarnos, ponen peor las cosas”.
Susana Yagui, 10 años viviendo en Gyoda, Japón.

MANTIENE LA CALMA

 “El primer ministro nos ha informado con sinceridad que aún no saben cuál es el grado de consecuencias para  los que vivimos en Tokyo –dice Yolanda  Díaz de Shikina ,  21 años viviendo en Tokyo–, pero nos recomiendan mantener ventanas y puertas cerradas, evitar en lo posible usar el aire acondicionado o estufas, no salir a las calles, y de salir, no exponer la piel; beber agua embotellada, aunque esto se nos dificulta pues en los supermercados ya no la conseguimos. Muchos de los compatriotas peruanos radicados en Japón son entrevistados y dan noticias alarmantes de la situación acá. Los japoneses son serenos, y si bien es cierto que estamos afrontando momentos nunca antes vividos, al menos en los 21 años que llevo aquí, debo confesar que la población está manteniendo la calma”.

Dilema nuclear

Existen 437 reactores nucleares ubicados en 30 países. Luego del incidente en Fukushima, los representantes de estas naciones han reaccionado de forma similar: prometen revisar el funcionamiento de sus reactores pero no interrumpirán sus programas de energía nuclear. Estados Unidos, Brasil, Rusia, Italia, Alemania y Suiza han anunciado que seguirán con sus planes de construcción de estas plantas, ya que son primordiales para el desarrollo de sus países. Francia es el más afectado, pues el 80% de la energía generada allí es de origen nuclear.

LA PESADILLA DE CHERNÓBiL

El 26 de abril de 1986 un reactor de la central nuclear de Chernóbil explotó luego de una falla humana y técnica. Los afectados por la radiación fueron 5 millones. Quienes conformaron el primer equipo encargado de  la limpieza de la zona afectada (en la foto) murieron a los pocos días.

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