Blogs.Peru21.pe.- No es que la ciencia se encuentre enferma pero algo de cierto tiene este término. La ciencia patológica es aquella en la que se sigue investigando aun cuando la mayoría de los científicos que trabajan en el campo la consideran falsa. Este término fue usado por primera vez en 1953 por el químico Irving Langmuir, ganador de un premio Nobel por su trabajo en películas monomoleculares y en química de superficies.
Él decía que nunca tuvo la intención de que el término fuera rigurosamente definido de esa manera, sino que simplemente comenzó como el título de una conferencia que pronunció en el Laboratorio de Energía Atómica de la General Electric en donde presentaba varios ejemplos de ciencia patológica o "ciencia rara".
"Me extraña que un adivino no se ría cuando ve a un colega."
Cicerón
El buen Langmuir dejo en claro que los científicos que la padecían no lo hacían a que presentaban cuadros agudos de falta de honradez, sino que era el resultado de dejarse llevar por efectos subjetivos, por un pensamiento ansioso, o por interacciones en el límite de la percepción. Langmuir fue más allá y dejó una tabla, según la cual, en los casos de ciencia patológica, sucede que:
1. El máximo efecto que se observa es producido por un agente causante de intensidad apenas detectable, y la magnitud del efecto es sustancialmente independiente de la intensidad de la causa.
2. El efecto es de una magnitud que permanece próxima al límite de detectabilidad, de modo que son necesarias muchas medidas debido a la bajísima significación estadística de los resultados.
3. Tiene pretensiones de gran precisión.
4. Presenta teorías fantásticas, contrarias a la experiencia.
5. Las críticas son afrontadas mediante excusas ad hoc, discurridas de repente.
6. La proporción de los defensores de la nueva teoría frente a los críticos asciende a una cantidad próxima al 50% y luego disminuye gradualmente hasta el olvido.
El químico Nicholas J. Turro menciona que estas "equivocaciones" pueden deberse entre otras razones: que es fácil confundirse entre las llamadas "cuatro Pes", que significa que no es lo mismo posible que plausible, que probable o que probado. Lo posible incluye todas las ideas que no violan los principios básicos de la ciencia; lo plausible limita más, porque dentro de lo posible toma aquello que razonablemente se podría comprobar. Lo probable describe la ciencia normal, el avance en áreas desconocidas de la mano de lo que se conoce. Finalmente, lo probado supone la aplicación de los principios y la comprobación de las hipótesis.
Un claro ejemplo lo tenemos con las investigaciones sobre la fusión en frío realizados por científicos de diferentes nacionalidades y cuyo prestigio fue puesto en juego, pues sus hazañas fueron consideradas completos fiascos por la misma comunidad científica. En los últimos años la búsqueda del santo grial de la energía se ha convertido en algo así como una obsesión, para algunos científicos. Los primeros en apuntarse en tamaña travesía científica fueron los químicos Stanley Pons y Martin Fleischmann. En los ochenta anunciaron haber conseguido producir una reacción de fusión fría a temperatura ambiente, el anunció fue por todo lo alto. Lo importante de este suceso científico fue que se pensó haber encontrado una solución barata y abundante a los problemas energéticos mundiales. Poco tiempo después, cuando nadie en el mundo pudo replicar los resultados del experimento, se cayó en la cuenta que de fusión en frio no había nada.
Frente a este suceso científico, el Perú no quiso quedarse atrás, por lo que modestamente un grupo de hombres ciencias anunciaron en medios periodísticos que replicarían esta hazaña, pero como sucedió en otros lugares del planeta, la tan mentada fusión en frío al parecer los dejó fríos también a ellos y de tal experimento no se volvió a hablar más.
Los intentos han continuado, científicos italianos, españoles, japoneses, americanos, han probado hacerse de la gloria sin mucha suerte, hasta el momento. Pero se dice por los ambientes científicos que quien tiene el honor de ostentar el primer roche científico por haber anunciado la producción de la fusión en frio, fue el carismático Juan Domingo Perón. Como se recordará, Perón, allá por los años cincuenta, encargó a un grupo de científicos argentinos y extranjeros desarrollar la energía nuclear, fue así que en un momento se anunció haber logrado realizar la fusión en frío, entonces convocó a una demostración pública que resultó un chasco pues no se pudo demostrar nada. Al parecer no todo fue malo, como resultado de esa mala experiencia nació el Instituto Balseiro, el INVAP y la CNEA.
Para algunos puede resultar osado que alguien intente nuevamente salir en público a afirmar un nuevo logro poniendo en riesgo su carrera, pero la esperanza es lo último que se pierde. Está claro que si logran buenos resultados podrían pasar a la historia de la ciencia por la puerta grande o al menos podrían conseguir financiación, publicaciones y cierto renombre mediático que no es poco en estos tiempos.
Gary Taubes, autor del libro Bad science: the short life and weird times of cold fusion, comparó el fenómeno provocado en torno a la fusión fría con la apuesta de Pascal quien decía: "Apuesta a que Dios existe. Poco tienes que perder si estás equivocado pero si aciertas, lo ganas todo". Los científicos apostaron a que le fusión fría era cierta, no por las pruebas que tenían, que eran escasas, sino porque si acertaban la ganancia sería infinita. Lamentablemente nada tiene que ver los beneficios que nos pueda reportar una determinada idea con su veracidad.
Por esa razón, cuando hace poco se anunció por todo lo alto que los neutrinos son más veloces que la luz, la comunidad científica lo tomó con cautela. Algunos se han apresurado a pedir financiación para investigaciones, mientras tanto soñar no cuesta nada.
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