La catástrofe de Fukushima, ocurrida hace un año, estuvo a punto de ser la estocada final para los defensores de la energía nuclear en el mundo. Sin embargo, al poco tiempo, los planes de nuevas centrales nucleares se reactivaron. Para sus defensores, no hay mejor alternativa energética que la nuclear.
Diario El Comercio.- Una planta nuclear construida para resistir un sismo de 8 grados (en una zona donde se espera que ocurran sismos de 7 grados como máximo) soportó exitosamente uno de 9, pero sucumbió a la arremetida feroz de un tsunami de olas gigantescas que no respetó nada de lo que encontraba a su paso. Ni siquiera una planta atómica generadora de electricidad, con seis reactores nucleares, construida a la orilla del mar.
La alimentación eléctrica y los sistemas de enfriamiento de los reactores de la central de Fukushima fueron inundados por el agua salada, lo que causó la fusión del combustible y emisiones radioactivas hacia la atmósfera. Esto originó una crisis nuclear que mantuvo al mundo entero conteniendo la respiración durante semanas y sus consecuencias siguen sintiéndose.
La mayor parte de ellas fue reabrir el debate en el mundo industrial sobre lo segura o no que puede resultar la energía nuclear. Y aunque ha pasado un año, y en Fukushima todavía hay un ejército de 3. 000 operarios trabajando incesantemente para contener las emisiones radioactivas, las dudas que dejó tan dramática situación aún persisten y se resumen en una sola interrogante: ¿Será peor la próxima vez que ocurra un suceso como este?
Deficiencias que pasan factura
Hace dos semanas, la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW) divulgó un informe que revela que debido a las deficiencias de seguridad de la planta de Fukushima, al momento del accidente, Japón, y con el, la industria atómica, estuvieron al borde del cataclismo. En otras palabras, si hace 25 años el accidente nuclear en Chernóbil causó alarma internacional, Fukushima estuvo a punto de darle la estocada final a este tipo de energía. O al menos eso creyó muchos.
El temor que causó la inminente fusión de uno de los tres reactores dañados , las primeras horas después del tsunami (y luego otros dos en los días siguientes), sembró una generalizada desconfianza en el mundo entero en torno a la energía nuclear (de haber ocurrido la fusión , su fuerza destructiva habría superado mil veces la de la bomba de Hiroshima). En ese contexto, los movimientos ecologistas y los detractores de la energía nuclear aprovecharon la oportunidad y volvieron a la carga contar ella: todos deben renunciar a ella por peligrosa, inestable e insegura.
Ante la arremetida antinuclear, varios gobiernos europeos decidieron adelantar el cierre de varias plantas y anunciar la suspensión de la construcción de otras ya programadas. En el resto del mundo, los responsables de las centrales nucleares y las autoridades de cada país se apresuraron a efectuar exámenes y revisiones minuciosas de las instalaciones. En muchos otros, las normas de seguridad se transformaron en draconianas. Así, el efecto Fukushima superó largamente al de Chernóbil aunque se encontrara lejos de las consecuencias de este. Pero, más allá de ello, ¿hay motivos para seguir confiando de la energía atómica?
Defensa a ultranza
Recientemente, John Ritch , director general de la World Nuclear Associaton (WNA), declaró en Londres , aun año de la catástrofe , que la industria nuclear saldrá reforzada de la crisis de Fukushima. Esta afirmación parece confirmada con el anuncio de que Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos han reanudado la construcción de decenas de ellos en los próximos años. Ritch agregó que la gran lección de Fukushima fue la de poner mayor acento en el tema de la inseguridad, por supuesto, los desastres naturales.
El físico nuclear peruano Rolando Páucar, presidente del Instituto de Investigación para la Energía y el Desarrollo (IEDES), explicó a El Comercio que el debate que genera la energía nuclear surgió desde la aparición misma de ella y desde entonces no se ha detenido. A partir de su uso en bombas atómicas, con Fukushima lo que ocurrió fue recordarnos las consecuencias devastadoras que tiene ante la probabilidad de un accidente. Sin embargo, asegura que se ha calculado que los riesgos que existen ante un desastre natural o un ataque terrorista son mínimos. Pero existe otro: el ineludible error humano, le recordamos.
Desde este punto de vista, nos explica: “Si repasamos el número de fatalidades y muertes por accidentes energéticos, comprobaremos que el primer lugar lo ocupa la industria petrolera, le sigue la del gas, a la mitad se encuentra la hidroeléctrica y en el último lugar la energía nuclear”, asegura Páucar.
Más aun, afirma que tras lo de Fukushima, “la posición de la energía nuclear salió fortalecida porque frente a estos eventos catastróficos, el reactor , con una tecnología de hace más de 50 años , respondió bastante bien “. Hasta que viene un tsunami, por supuesto.
Quien no da su brazo a torcer es el colectivo ecologista Greenpeace, que sigue denunciando los riesgos del uso de esta energía. Un crítica que con el el aniversario de Fukushima ha recrudecido.
Recientemente este grupo ecologista denunció la construcción en Brasil de la central nuclear ANGRA 3, a la que calificó como la próxima Fukushima. Las deficientes condiciones de seguridad de sus instalaciones, señaladas en la denuncia, que se basan en el informe elaborado por el experto independiente brasileño Francisco Correa, revelan que existe “la posibilidad de un accidente nuclear por las deficiencias en el proyecto “. De llegar a producirse, sostiene Correa, el escenario sería catastrófico para el medio ambiente y la economía brasileña.
Pero abandonar la energía nuclear podría ser para muchos, todavía una quimera. Los expertos advierten que el abandono total de la energía nuclear y del elevado costo para el medio ambiente de las energías fósiles la hace imposible de realizar antes de un buen tiempo.
Las lecciones de una tragedia
Pese a los dramáticos momentos que se vivieron, Fukushima sirvió para aprender lecciones fundamentales. Rolando Páucar explicó a este diario que la principal de ellas fue que los organismos reguladores de la energía nuclear sean totalmente independientes del ente o sector que los explota; es decir el energético. “El órgano regulador debe estar en un ministerio que no sea el de Energía, lo que se asegurará rigurosidad en el control “, explica.
Complementariamente, y a raíz de lo sucedido en Japón, se ha elaborado un plan de acción para reforzar la seguridad de las instalaciones nucleares en el mundo, pero sin carácter vinculante para los países, lo que resta efectividad.
Entre las recomendaciones que incluye el plan se encuentra la de no construir plantas al nivel del mar y el refuerzo de los dispositivos de defensa en caso de una catástrofe natural, como la de Japón.