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jueves, 24 de noviembre de 2011

La Argentina y el programa nuclear de Irán


Infobae.com.- Días atrás visitó el país el vicepremier israelí Dan Meridor, también a cargo de la cartera de energía atómica e inteligencia. Los titulares de las entrevistas concedidas a la prensa local expresaron sin ambigüedades el nudo de su preocupación, y la de su nación, respecto del programa nuclear iraní y la expectativa acerca de qué papel la República Argentina es llamada a ocupar. "Argentina debería ser parte de la campaña contra un Irán nuclear" (diario Perfil, 20 de noviembre); "Esperamos que la Argentina juegue de manera diferente" (diario La Nación, 15 de noviembre).

La visita de alto nivel del ministro israelí ocurrió en un momento internacional que tiene a la República Islámica de Irán en el centro de la escena. Tres acontecimientos recientes resaltan ello. Primeramente, las revelaciones hechas por el gobierno de los Estados Unidos, en octubre, acerca de un complot iraní para asesinar al embajador saudita en Washington, D.C. Esta noticia estuvo acompañada por menciones a la Argentina como posible territorio para atentar contra las delegaciones de Arabia Saudita e Israel.

En segundo término, la filtración (accidental o deliberada), al poco tiempo, de una noticia a la prensa hebrea a propósito de un posible ataque preventivo de la fuerza aérea israelí contra las instalaciones nucleares iraníes. Ello a su vez coincidió con un ejercicio militar israelí junto con la aviación italiana desde una base de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Cerdeña, con un simulacro nacional de ataque aéreo contra el territorio israelí, y con la exitosa prueba del misil nuclear Jericó.

En tercer lugar, la publicación, a principios de noviembre, de un revelador reporte de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) que documentó detalladamente el estado de evolución del programa nuclear iraní y expresó su grave preocupación por las posibles dimensiones militares del mismo. Basándose en informes de inteligencia de diez países diferentes, confirmó lo que la familia de las naciones sospechaba: que Teherán está decidido a producir armas nucleares.

A este cuadro global debe sumarse la consideración al contexto específico latinoamericano y, puntualmente, argentino. En los últimos años, Irán ha ampliado de un modo nunca antes visto su red de relaciones diplomáticas, económicas, culturales y de otro tipo con diversos países de la región. Irán ha casi duplicado el número de embajadas que tenía en América Latina diez años atrás. Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Brasil han sido anfitriones del controvertido presidente iraní Mahmud Ahmadinejad, en tanto que dignatarios de estas naciones, y de Uruguay, han visitado Teherán.

Estos intercambios mutuos han ocurrido en un contexto de creciente condena mundial a la república islámica por su conducta en general (patrocinio de terrorismo, represión doméstica) y especialmente por su programa nuclear, ya bajo sanción de múltiples resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Será particularmente instructivo notar que en la última reunión de la Junta de Gobernadores de la AIEA (18 de noviembre) se adoptó una resolución de censura contra Irán. La votación contó con 32 votos a favor, una abstención y dos en contra. Los únicos dos países que votaron negativamente fueron latinoamericanos: Cuba y Ecuador.

La Argentina ha tenido una relación singular con Irán. Padeció en su propio suelo el impacto del terror iraní, y lo sufrió dos veces. Los últimos dos presidentes han denunciado a Irán en foros multilaterales, respaldado la investigación de la causa AMIA y apoyado la emisión de circulares rojas por parte de INTERPOL para la captura de funcionarios iraníes de primer nivel involucrados en el atentado. A la vez, la proximidad ideológica del gobierno argentino con líderes regionales muy cercanos a Teherán, el crecimiento notable del comercio bilateral, y la instrucción presidencial dada al representante argentino ante la ONU en Nueva York el pasado mes de septiembre de permanecer en la sala durante el discurso del presidente iraní (cuya retórica extrema motivó la salida de otras delegaciones), dan cuenta de una política exterior ambivalente.

La apertura al diálogo, ofrecido por Teherán en vísperas del último aniversario de la voladura de la AMIA, respondido favorablemente por la cancillería argentina en un comunicado del mes de julio que definió al pronunciamiento iraní como "inédito y muy positivo" y reafirmado por Cristina Fernández de Kirchner en su discurso ante la Asamblea General de la ONU en septiembre (la Argentina "no puede ni debe" rechazar una oferta de diálogo con Irán, dijo en aquella ocasión), generó apreciable inquietud dentro y fuera del país. Al ocurrir con el trasfondo de una denuncia -no del todo repudiada oficialmente- publicada en marzo por el diario Perfil a propósito de un acercamiento argentino-iraní, este desarrollo no podía menos que reposicionar a Buenos Aires bajo la atención de Washington y Jerusalén.

El lunes 14 del corriente, en una cena ante cientos de invitados en el Hotel Alvear, Dan Meridor y el canciller Héctor Timerman dirigieron unas palabras. En su discurso, el canciller no nombró explícitamente a Irán ni una sola vez, ni siquiera cuando se refirió a los atentados de los años noventa. Unos días después, el viernes 18, la Argentina votó en contra de Irán en la reunión de la Junta de Gobernadores de la AIEA. Para el análisis político, la postura oficial hacia Irán sigue siendo un misterio. 

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