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jueves, 22 de diciembre de 2011

El botón nuclear coreano, en manos inexpertas

Kim Jong-Un recibe un país con una docena de bombas atómicas. Pyongyang habría planteado a Washington detener su enriquecimiento de uranio a cambio de alimentos.

El Pais.com (Seúl).-  Los vecinos del país con más secretos del planeta no se ponen de acuerdo sobre el número de armas nucleares que el régimen norcoreano ha fabricado –entre 6 y 12 bombas atómicas– ni sobre la capacidad de sus misiles para hacerlas explotar en una gran urbe. Pero el nerviosismo aumenta al imaginar que el botón nuclear está al alcance de un inexperto tan inmaduro como Kim Jong-Un.

La decisión del régimen de alterar su fecha de nacimiento –de enero de 1983 a enero de 1982– para envejecerlo un año, cuando lo presentó en sociedad en octubre de 2010, no hizo más que empeorar su imagen.

Oficialmente, Kim Jong-Un cumplirá 30 años el próximo mes, cuando comienza el año en el que, según la última campaña de propaganda del Partido del Trabajo, la única formación política existente en el país, Corea del Norte “se convertirá en una nación fuerte y próspera”.

El diario surcoreano Joongang informaba el lunes, antes de que se anunciara la muerte de Kim Jong-Il, que Pyongyang había comunicado a Washington que estaba dispuesto a considerar la suspensión de su programa de enriquecimiento de uranio. Esta medida facilitaría la tercera ronda de negociaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte, que debía celebrarse hoy en Beijing, pero que quedó truncada por el luto.

Dos mil centrifugadoras
. El régimen reconoció que tiene funcionando dos mil centrifugadoras después de invitar al científico estadounidense y experto nuclear Siegfried Hecker a visitar las instalaciones, a fines de 2009.

Hecker encendió todas las alarmas. A su vuelta a Washington, pidió cita en la Casa Blanca para contar que había quedado atónito por lo avanzada que era la nueva central nuclear norcoreana.
En las conversaciones mantenidas la semana pasada en Beijing entre Corea del Norte y Estados Unidos se dejó entrever un cambio en la actitud.

Su principal objetivo era conseguir 20 mil toneladas mensuales durante un año de galletas y barritas de cereales enriquecidos con vitaminas para complementar la escasa dieta de sus 24 millones de habitantes.
Confiaba en que si Washington se comprometía a suministrar esta ayuda, otros países también acudirían, con lo que podría cumplir su programa de convertir al país en “una nación fuerte y próspera”.

A cambio, aunque nadie lo ha confirmado, aceptaba la suspensión del programa de enriquecimiento y un posterior retorno a la mesa de negociación a seis bandas (Estados Unidos, China, Rusia, Japón y las dos Corea).

Esas negociaciones son consideradas fundamentales y dieron fruto: en 2008, los norcoreanos derribaron la torre de refrigeración de la central nuclear del Yongbion. Fue el último compromiso cumplido del acuerdo de desmantelamiento de su programa nuclear, alcanzado en esas negociaciones multilaterales, que después saltaron por los aires con un infarto sufrido por Kim Jong-Il.

El régimen trató de ocultar la debilidad de su líder y la de todo el sistema con la ruptura de ese acuerdo, el fin de las negociaciones y la exigencia a los inspectores de la Organización Internacional de Energía Atómica (Oiea) de que retiraran todos los precintos y las cámaras de vigilancia de la central de Yongbion.

Lo que puede pasar. Ahora, la súbita muerte del llamado Querido Líder –que en los últimos meses había experimentado una mejoría que le permitió viajar a Rusia y China para familiarizar al heredero con los grandes aliados– puede provocar una vuelta al oscurantismo más severo y el fin de toda pretensión de apertura para que no sea interpretada como debilidad. O lo que es peor, desatar una lucha de poderes.

No es de extrañar el nerviosismo de los vecinos. La muerte de Kim Il-Sung en 1994, en pleno proceso de acercamiento a Corea del Sur, destrozó las esperanzas de reunificación de decenas de miles de familias separadas desde el final de la guerra (1950-1953), dejó que la hambruna se esparciera por la población causando cientos de miles de muertos y utilizó el poderío nuclear –la primera explosión subterránea fue en 2006 y la segunda en 2009– para aterrorizar al mundo.

Kim Jong-Il se preparó para la sucesión en el trono comunista durante dos décadas y llegado el momento no supo superar su propia paranoia y hundió aún más a su país en la miseria y el aislamiento.
Kim Jong-Un ni siquiera tuvo tiempo de prepararse.

Camino al poder
Último adiós. Decenas de miles de dolientes se congregaron ayer en la plaza central de Pyongyang para rendir honores a su fallecido líder Kim Jong-Il, mientras el gobierno incrementó la seguridad en las ciudades y ganó promesas de lealtad de los máximos generales hacia el hijo y heredero, Kim Jong-Un (foto).
En campaña. Corea del Norte reforzó ayer la campaña para construir el culto a la personalidad del joven Kim Jong-Un. “Respetado camarada” o “Nacido del cielo” son algunos de los calificativos que otorgan al sucesor los medios oficiales.

Su primera orden. Nombrado general de cuatro estrellas y vicepresidente de la Comisión Militar Central del partido único en 2010, se cree que su primera orden castrense la dio el lunes, pocas horas antes de que se anunciara la muerte de su padre. Ese día, Kim Jong-Un ordenó a todas las unidades militares que detuvieran sus maniobras y retornaran a sus bases, en un gesto de contenido simbólico que apuntaría a mostrar control sobre las poderosas fuerzas armadas.

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