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martes, 2 de octubre de 2012

Criolladas y accidentes radiológicos

Por : Rolando Páucar Jáuregui. Físico nuclear


Diario Oficial El Peruano.- El país está creciendo, las responsabilidades también. Nos enorgullecemos cuando nos sabemos parte y motor del progreso y el desarrollo que tiene uno de sus símbolos más difundidos en la Marca Perú.

Sin embargo, están pendientes algunas tareas por cumplir y hacer cumplir que harán que el esfuerzo nacional dé pasos irreversibles hacia una etapa de bienestar, sin pobreza ni desigualdades.
Uno de los obstáculos que debemos superar con urgencia es la llamada "criollada", una mentalidad muy acendrada en amplios sectores de nuestra sociedad, un modus operandi que no tiene nada de positivo para los grandes intereses nacionales.
A los autores de esta conducta los encontramos en todas partes, en los mercados, en las empresas, en las entidades públicas y hasta en el Congreso de la República.
Se consideran como "picardías" dignas de celebrar, pero ¿acaso es así? Permítanme referirles, como botón de muestra, un caso en el que se comprueba plenamente cómo una de esas criolladas puede dejar de ser ese chispazo de viveza y pasar a poner en riesgo la salud de las personas.
En enero último tres operadores que trabajan en una empresa que realiza control de calidad de soldaduras se expusieron a dosis de radiación importantes, por lo que debieron ser internados en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas.
En el momento del accidente los trabajadores portaban unos dispositivos denominados dosímetros, los que se encargan de medir la cantidad de radiación que reciben durante sus labores; su uso es obligatorio por ley.
La norma también establece que en casos de accidentes lo primero que se hace luego de reportar lo sucedido a las autoridades competentes es estimar la cantidad de radiación que recibieron los involucrados; esto permite adoptar las medidas médicas correspondientes.
En este caso la empresa que brindaba el servicio de dosimetría reportó dosis de radiación 350 veces la dosis anual permitida.
Ante esta situación la autoridad competente, el Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN), confirmó los datos que resultaban poco creíbles y catastróficos para la salud de los trabajadores.
Uno de los trabajadores tuvo que ser evacuado al extranjero para recibir su tratamiento y lamentablemente perdió un dedo, los demás permanecen en observación.
Lo que había sucedido era que la empresa responsable no contaba con pruebas de desempeño que la norma del IPEN exige y que tiene como finalidad asegurar un servicio eficiente, sobre todo en caso de accidentes.
Falta de tiempo, de control y la negligencia fueron las causas de esta tragedia que pudo costar tres vidas humanas.
Lo peor de todo es que luego me enteré de que la misma empresa vende servicios a hospitales de Essalud y del Ministerio de Salud, y le regala este servicio al propio IPEN, a vista y paciencia de sus autoridades, que, al parecer, tienen asuntos más importantes que hacer que salvaguardar la integridad de sus trabajadores.
Es indudable que si la criollada persiste es porque algo debe estar haciéndose mal o se está dejando de hacer.

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