(Escrito por Rolando Páucar - 21/12/08).- Lejos de ser un simple fenómeno teórico, la fuga de cerebros, es un hecho al cual no podemos ser ajenos ya que tiene un claro efecto negativo para el país. Es evidente que el capital humano del que disponemos es fundamental para mantener nuestro ritmo de crecimiento económico.
Cuando perdemos a nuestros profesionales, técnicos y personal mas calificado, estamos sufriendo un proceso de descapitalización humana que puede llegar a disminuir la tasa de crecimiento potencial de nuestra economía a mediano plazo. La fuga de cerebros convierte nuestro gasto público en ineficaz ya que los gastos en educación financiados por el Estado y del cual han sido beneficiados estos compatriotas no les generan ninguna rentabilidad. En otras palabras necesitamos de nuestros expertos para crecer y financiar nuestro propio desarrollo.
Por eso, cuando hace unos días conversaba con funcionarios peruanos en Washington sobre el tema de las remesas de dinero -que representan alrededor del 2% de PBI nacional-, les mencionaba una analogía con la remesa de conocimiento. Estas remesas de conocimiento son las transferencias tecnológicas que nuestros profesionales y técnicos que han migrado pueden brindarle al país y que podrían significar de mayor valor que las remesas de dinero en efectivo. Sin embargo, pese a que existe el interés y disposición de parte de estos compatriotas a transferir sus conocimientos e incluso existen instituciones receptoras, no contamos con el agente que vincule estos dos sectores.
Mientras tanto, ¿Qué hacer para que la fuga de cerebros se convierta en una circulación de cerebros y para que nuestros profesionales de todas las ramas ocupacionales, muchos de ellos exitosos, globalizados y todavía peruanos culturalmente decidan retornar? y ¿Qué hacer para que mientras esperamos ese retorno podamos recibir de ellos no sólo remesas de dinero sino también las de conocimientos?
En el país existen buenas iniciativas, como la del Encuentro Científico Internacional (ECI), que reúne a profesionales que se encuentran en el extranjero y que tienen la voluntad e interés de transferir sus conocimientos. Sin embargo, esta iniciativa más declarativa que propositiva no ha sido lo suficientemente convincente como para catapultar nuevas oportunidades para el país. No se trata pues de reunir a los científicos que retornan al país aprovechando sus vacaciones sino de proponer un trabajo más comprometido.
Una de las formas imaginativas que otros países vienen realizando es la revinculación de este capital humano a sus países de origen vía la elaboración de proyectos conjuntos o a través de la organización de pasantías.
Al no tener respuestas inmediatas, los “brain drain”, como los denominan en inglés seguirán beneficiando no solamente a la economía del país receptor, sino también a la concentración del capital humano. Este hecho a su vez ha creado y lo seguirá haciendo si no hacemos nada, la brecha del conocimiento en la ciencia, la tecnología.
Al país le urge trabajar en políticas públicas encaminadas a identificar cualitativa y cuantitativamente cuál es nuestra población de técnicos y profesionales especializados y científicos en el exterior con los cuales se podría formar redes y canalizar proyectos y transferencia tecnológica y así integrarlos en el desarrollo del país.